domingo, 14 de diciembre de 2008
Así, Aladino aprendió que los deseos por más inalcanzables o descabellados que parezcan hay que animarse a intentarlos, arrojarse a la aventura de dar el primer paso. Y una vez que damos ese primer paso, y aunque la luche resulte despareja, siempre hay que seguir adelante. No hay que rendirse, como Aladino, cuyo sueño de casarse con la princesa y ser príncipe era un sueño imposible. Sin embargo, cuando la llevó a ver el mágico mundo en su alfombra mágica, supo que había hecho bien en dejarse guiar por sus deseos, porque los deseos muchas veces son buenas guías, nos muestran el lugar hacia donde partir. Como así también, los deseos nos muestran el lugar al que hay que volver. Y como Aladino, aprendió que a veces el secreto no es vivir deseando lo que no se tiene, sino querer lo que se tiene. Y una cosa hay que aprender: nuestros deseos no siempre van a cumplirse ya, aquí y ahora. Es parte de la vida aceptar que nuestros deseos no siempre son órdenes para un genio bueno; a veces otros deseos ajenos son los que ordenan nuestra vida, pero lo que nos enseña la historia de Aladino es que el genio que sí puede escucharnos siempre no está en ninguna lámpara maravillosa, sino dentro de nosotros mismos. Dentro nuestro hay un genio poderoso que puede cumplir nuestros sueños, ese genio espera nuestras órdenes y quiere cumplir.
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